Un discípulo llegó a lomos de su
camello ante la tienda de su maestro sufí.
Desmontó, entró en la tienda, hizo una
profunda reverencia y dijo:
– Tengo tan gran confianza en Dios que
he dejado suelto a mi camello ahí afuera. Estoy convencido de que Dios protege
los intereses de los que le aman.
– ¡Pues sal fuera y ata tu camello estúpido! – le dijo el maestro. Dios no puede ocuparse de hacer en tu lugar lo que eres perfectamente capaz de hacer por ti mismo.
– ¡Pues sal fuera y ata tu camello estúpido! – le dijo el maestro. Dios no puede ocuparse de hacer en tu lugar lo que eres perfectamente capaz de hacer por ti mismo.
Es muy bueno confiar en Dios y sentirse en
sus manos, pero no olvidemos que Él también confía en nosotros, que Él puso en
nuestras manos este mundo para que le ayudemos, no para estar pidiendo y
esperando que haga un milagro. Como dice Jesús en el evangelio: <<Dadles
vosotros de comer>>. Y, aunque al final Él fue quien hizo el milagro,
fueron los apóstoles quienes ayudaron a repartirla y a hacer que la muchedumbre
se sintiera bien.
¡Buenos
días!
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