Jesús quiere visitar la casa de unos amigos, en Betania, para encontrarse de manera cariñosa con
ellos, para sentirse en casa antes de comenzar un camino no fácil. Allí, María, cubre de perfume a
Jesús como un acto lleno de fe y de amor, ella quería acoger y adorar a Jesús de la mejor forma que
ella conocía.
Este pasaje en Betania nos enseña otra actitud de acercarse a Jesús y orar con el corazón. Muchas
veces nos acercamos a Dios para suplicarle, o para contarle nuestros problemas, o para quejarnos o
pedirle cosas... pero pocas veces nos acercamos a Él para adorarle y agradecerle que esté con
nosotros con todo nuestro corazón.
A veces pensamos que la oración es como las matemáticas: 2+2= 4. O que recitando alguna oración
vamos inmediatamente a recibir lo que queremos. La oración es mucho más que esto. Es cierto que
tenemos que pedirle a Dios siempre, pues sin Él no somos nada ni podemos nada. Pero Dios, sobre
todo, en la oración mira nuestro corazón que debe estar lleno de amor.
La medida del amor es amar sin medidas, por ello, una persona que ama no mide su amor a la
persona amada, no repara en gastos, no pone barreras, sino que sabe donar con alegría, busca el
bien del otro, agradar, hacer feliz, el bien de la persona amada. Esto es lo que buscaba María al echar
sobre los pies de Jesús un precioso perfume.
Por ello, hoy Jesús, nos preparamos para acogerte en nuestra casa, como lo hizo María, con todo
el cariño y todo lo mejor que tenemos para ofrecerte, y te pedimos que nos enseñes a disfrutar de este momento de oración.
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