“Tomo la pluma para dirigirme a vosotras, y no sé deciros otra cosa sino que mi aspiración constante es pedir a nuestro Señor que vuestra vida sea sobrenatural; que nuestras casas sean como las de los primeros cristianos; que la vida de las hijas de Santa Teresa sea como la de los primeros hijos de la Iglesia; que los corazones de estas mujeres apóstoles sean idénticos a los de aquellas que, en unión de la Virgen Santísima, perseverando en la oración, recibieron el Espíritu Santo en el día de Pentecostés. Tomad por Medianera a la que es templo del Espíritu Santo; sed verdaderas hijas de María, y participaréis de la virtud, del amor, de los dones, de los frutos del Espíritu Divino. Si a Jesús hemos de ir por María, al Espíritu Santo hemos de ir por María también; y si Ella nos dio a Jesús, también Ella nos atrae al Espíritu Santo. Y si con María y por María conseguís la posesión del Divino Espíritu, la Obra será tan fecunda, tan firme, tan sólida, tan divina, como lo son todas las que informa y vivifica ese Espíritu Divino.
Sea esta devoción, devoción muy teresiana; porque nadie como vosotras necesita la abundancia de esos divinos dones para el ejercicio de vuestro apostolado, y sus frutos perfeccionarán vuestra obra.
Pero hay que meditar en estas verdades, conocerlas y amar al Espíritu Santo. Que El sea vuestro consuelo y vuestra fortaleza y que os inspire la celestial sabiduría es lo que os desea vuestro padre que os bendice”.
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