Padre nuestro que estás en el cielo,
y en cada mujer y hombre de buena voluntad, y en cada instante en el que hay amor sincero y verdadero entre nosotros, y entre nosotros y la Creación. Padre cercano y cariñoso, protector y compañero, Señor de nuestra vida.
Santificado sea tu nombre. Que te nombremos y lo hagamos siempre desde nuestro sabernos hijos tuyos y hermanos de todos. Que creyendo en ti santifiquemos cada jornada y en ella cada momento.
Venga a nosotros tu reino, que no olvidemos nunca de buscarlo, de esperarlo y de hacerlo presente con nuestros gestos, palabras y acciones.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Y hágase a pesar de nuestras voluntades y deseos, de nuestras rebeldías e incoherencias. Haznos buscadores incansables de lo que tú quieres para cada uno de nosotros, para la Iglesia y para nuestro mundo.
Danos hoy nuestro pan de cada día y capacítanos para ponerlo a disposición de los demás, especialmente de los que carecen de lo más imprescindible. Haz que nos partamos y compartamos como tú haces.
Perdona nuestras ofensas, nuestros egoísmos, nuestra falta de autenticidad, nuestras distracciones, nuestras faltas de caridad y nuestros pecados cotidianos, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación de tener, desear y acaparar lo que no es nuestro, de perder nuestra libertad por mil esclavitudes, de intentar ser lo que no somos.
Y líbranos de todo mal, de toda tristeza, de toda angustia, de toda violencia y de toda injusticia. Así te lo pedimos. Así sea
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