Historia de Pepita Segovia
Estaban todos esperando las ferias de San Lucas,
en Octubre, y el día 10 nací,
a las 7 de la mañana en la calle del Cambil nº 1,
en el año 1891.
Mi padre se llamaba Manuel y mi madre Lola,
ya había nacido mi hermana Aurora,
luego vinieron al mundo: Lola, Carmen, Manolo e Isabel
que traía los ojos azules como el mar.
Mis padres se casaron en Úbeda ( Jaén )
con 25 y 20 años respectivamente.
Mi padre trabajaba como delineante de Obras Públicas
y como profesor de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios
y luego en el Instituto General Técnico,
mi madre era ama de casa
y tenía que hacer muchas cuentas
para llegar a fin de mes ¡pues éramos muchos en casa!.
Mis abuelos paternos vivían en Jaén cerca de nosotros,
yo jugaba mucho en su patio;
eran ricos por lo que de vez en cuando
tenía algunos caprichos.
Mis abuelos maternos vivían en Granada,
con ellos pasé mi adolescencia.
Me bautizaron una semana después de nacer,
como era la costumbre y me pusieron muchos nombres:
María, por la devoción a María, madre de Jesús
Josefa por mi abuelo materno que se llamaba José
Francisca por el día en que nací
Carmen por mi abuela materna.
En la parroquia de San Bartolomé, que puedes ir a visitar,
está la misma pila.
Mis padrinos fueron D. Enrique Segovia,
hermano de mi padre y Dña Matilde Morón,
hermana de mi madre.
Mi vida como estudiante
En mi primer colegio “La amiga” aprendí a leer
e iba con mi hermana Aurora.
Estudié Primaria en el colegio de las Siervas de María,
todos mis hermanos iban conmigo, yo estaba contenta
y… ¡sacaba muy buenas notas!
Allí hice la primera confesión y la primera comunión,
antes nos acompañaban las madres.
Para mí fue una experiencia muy importante,
tenía 9 años y desde entonces le rezaba mucho
a la Virgen y me gustaba ir a la Eucaristía.
Mi adolescencia
Mis padres me enviaron a Granada
con mis abuelos maternos José e Isabel
y mis tíos: José Mª, Pepa, Matilde e Isabel.
Vivíamos en una casa en el centro;
era grande, con un bonito patio;
había mucho orden y vida austera,
ambiente bueno y religioso.
Mis tías no me dejaban estudiar por la noche
y cuando se acostaban yo encendía una vela
y terminaba mis tareas,
mi dificultad era que “no me dejaban vivir”
de tanto que me querían.
Allí estudié para maestra
y tuve muchos sobresalientes y matrículas de honor.
En vacaciones iba a Jaén en diligencia
y ayudaba mucho a limpiar la casa a mi madre,
lo que más me gustaba era la cocina
y ayudaba a mi abuela Carmen.
A los 17 años me sucedieron dos cosas importantes:
1) Tuve el tifus y me dejó enferma del estómago
para toda la vida.
2) Conocí a Manuel Bravo Palacios,
mi novio, muy bien visto por mi familia,
tuve que escribir a mi padre pidiéndole permiso
para mantener esa relación.
Mi juventud
Me enviaron a Madrid
a la ¡Escuela Superior de Magisterio!.
Pocas mujeres estudiaban entonces en la Universidad.
Viví con unos familiares,
Manolo venía a verme todos los meses.
Al terminar la carrera, con 20 años
volví a Jaén a hacer las prácticas,
para poder acceder a cualquier
empleo de la Administración Pública.
D. Pedro Poveda se enteró de que volvía
y fue a hablar con mis padres
para que me permitieran trabajar
como directora de una academia ( ahora nuestro colegio )
que quería abrir en Jaén, esto fue el 16 de Julio de 1913.
Allí fui la directora de la academia
y la Inspectora de enseñanza, en la provincia de Jaén.
¡Me encantaba mi trabajo!¡ Era feliz!
Iba en burro a visitar a las maestras
de la provincia de Jaén a las que quería un montón.
Algunos compañeros me ponían las
cosas difíciles pero mi fe y el diálogo
fueron superando las dificultades.
En 1919 me nombraron
Directora General de la Institución Teresiana
hasta el fin de mi vida.
Esto hizo que me decidiera a entregar
mi vida por completo a Jesús
por lo que rompí mi relación con Manolo.
Con Pedro Poveda trabajé muy a gusto
y aprendí mucho porque por entonces
¡yo ya sabía que era un santo!.
Mi madurez
En 1923, dejé la inspección
y comencé en las tareas de la Institución,
más cerca del Padre Poveda que vivía en Madrid.
Con otras compañeras
fui a decirle al Papa que queríamos ser
una asociación cristiana
que no fuera de monjas
para llevar el reino de Jesús
por todos los sitios donde no podían ir las religiosas.
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