Reflexión del evangelio.
Esta parábola la dijo Jesús a su pueblo y a sus líderes para mostrarles que ellos eran esos labradores malvados y que durante mucho tiempo habían maltratado a los profetas que Dios les habían enviado para decirles que estaban haciendo lo incorrecto y que además pretendían matar al propio hijo de Dios con tal de seguir gozando de sus beneficios, pero sin intención de obedecerle y rendirle cuentas.
El pueblo y los líderes entendieron que eran ellos a quien Jesús se refería como los labradores malvados, pero, aun así, muchos no quisieron escucharlos.
Pero… ¿sabías que esos labradores malvados podríamos ser tú y yo?
Sí, Dios nos dio una viña que cuidar. ¿Cuál es esa viña? Pues la vida misma. Y en ella plantó todo lo bueno que necesitábamos para producir buen fruto. Él nos colocó en una familia, nos dio talentos, nos otorgó su perdón, nos regaló la salvación, también poder gozar de su presencia a través del Espíritu Santo que nos guía y nos consuela. También nos dio dones y los beneficios de muchas promesas. Y si Dios nos dio todo esto tiene derecho a pedirnos cuentas.
Dios no nos obliga ni nos maltrata para hacer lo que Él quiere. Él nos dice: nada está prohibido, pero no todo nos conviene ni todo nos hace bien, pero sí espera que deseemos hacer lo bueno. Sin embargo, muchos de nosotros hacemos lo malo, pensando que la vida es nuestra.
Dios pone a nuestros padres y maestros para guiarnos y cuidarnos, pero a veces no queremos escucharlos. Jesús mismo, con mucho amor, nos habla, pero no le escuchamos y eso nos convierte en labradores malos.
Jesús sostiene nuestra vida. Tenemos que confiar en Jesús y dejar que Él guie nuestra vida para que dé buenos frutos.
Terminamos con un padre nuestro y un ave maría.
SAN PEDRO POVEDA, RUEGA POR NOSOTROS.
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