Las dificultades de adentro y los peligros de afuera, juntamente con las persecuciones de los unos y los temores de los otros, llevan el desaliento al ánimo del más esforzado.
Ahora, si pensáis en que para vencerlo todo no disponemos ni queremos disponer de otro medio que de la oración, formaréis juicio exacto de lo que significa (…) Si nuestra fuerza radicara en el talento, en la posición, en algo humano, habría quienes pudieran cooperar y quienes no; pero siendo en la oración, todas pueden por igual, y si por igual no oran, será porque no todas aman igualmente la Obra, o porque no todas tienen su espíritu (…)
Y más que nada os ruego que os ejercitéis en la oración, que hagáis de este ejercicio algo necesario para vuestra vida, que pongáis tal empeño en su práctica, que no exista motivo, argumento ni razón suficiente para dejar un solo día vuestra oración; que a vuestras alumnas las llevéis a Dios por este camino dulce y suave; que en el estudio, en la enfermedad, en los trabajos, en las tentaciones, en las tribulaciones de todo género, en todas vuestras empresas, en el desempeño de vuestros deberes; siempre que el mundo, el demonio y la carne os pongan en peligro; cuando para vosotras, para el prójimo y para la Obra necesitéis obtener alguna gracia; para perseverar en vuestra vocación, conocerla y seguirla; en fin, para conseguir todo bien, para libraros de todo mal, para triunfar de todo, apeléis a la oración con tal seguridad y constancia que, en orando, quedéis tan satisfechas como si hubierais puesto en práctica todos los medios capaces de ser conocidos y ejecutados por los más sabios y más poderosos (…)
Somos más fuertes, se hace positivamente bien, allí donde se ora. Si pudiéramos colocar al lado de cada triunfo, de cada vocación, de cada limosna, la causa que produjo el efecto, hallaríamos seguramente oraciones de almas buenas, lágrimas, sufrimientos, penitencias, sacrificios, y no talento, diplomacia, industrias humanas. Claro está, si nosotros no buscamos sino efectos de un orden superior, si solamente pretendemos evangelizar, si nuestra Obra es de apostolado, si el fin es salvar almas haciéndolas conocer y amar a Dios, ¿cuáles han de ser las causas que tales efectos produzcan? La causa única es la gracia, y el medio para conseguirla es la oración. En suma: que ésta es nuestra fuerza”.
San Pedro Poveda
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