1. El ingenio de nuestra tierra andaluza se está poniendo de manifiesto en estos días previos a la Navidad; casi todos los chistes giran en torno a cómo será su celebración en tiempo de la COVID. Este modo de ver la realidad no está mal, porque la fe y la experiencia cristiana no está reñida con el sentido del humor; al contario, este hace posible una sabia máxima de nuestro modo de encarar los problemas: “al mal tiempo buena cara”. Pero no es de los chistes que circulan, sobre todo por las redes sociales, de lo que yo quiero hablar, aunque insisto en que no los menospreciemos, porque nos ponen algo de gracia y alegría en tiempos difíciles y cargados de problemas.
2. Mi tema es la actitud con que hemos de esperar un acontecimiento que se celebra en la fe de la Iglesia, pero que también es imprescindible tanto en nuestra cultura como en nuestra vida familiar y social. La Navidad, no lo olvidemos, tiene tanta fuerza porque es un diseño del mismo Dios para hacer felices a los seres humanos: todo lo que en la Navidad sucede nos lo ofrece la cercanía amorosa de Dios, que nace en nuestro mundo más humilde, en su Hijo Jesucristo y abre así, definitivamente, el camino del ser humano hacia la eternidad. Por eso, la Navidad se celebra tanto; no hay nada en nuestra existencia que merezca la pena ser esperado y celebrado con tanta alegría. En cada Navidad, “en Jesucristo nace y renace la alegría”.
3. El Adviento es el tiempo para despertar el deseo de que la Navidad, y la vida en Cristo que desencadena, se instale en los corazones y en la convivencia. La liturgia nos recuerda que eso se hace con vigilancia y espera. Vigilar supone prestarle atención a nuestra relación con Dios, es tiempo de entrar en nuestro corazón y en nuestra mente, para volver a valorar, especialmente con la oración, lo que significa un encuentro gozoso con nuestro Dios. Vigilar es también sentirse en espera hasta que se instale en nosotros una vida en esperanza.
4. En realidad, en el Adviento todo se va abriendo poco a poco a la esperanza de poder alcanzar la contemplación de un Niño que nos ha nacido, de un Hijo que se nos ha dado, para salvación y gozo de toda la humanidad. El Adviento es crear un clima interior y comunitario que nos prepare para que, El que ha de venir, sienta que se acoge con gozo, porque nada hay más grande ni que merezca tanto la pena como acoger a Jesucristo, que viene a traer la vida al mundo. En el Adviento caminamos hacia la Navidad sabiendo que está ya está dentro de nosotros y que hay que renovarla con una espera feliz y santa. Espera y esperanza es lo que ahora toca en estas semanas de Adviento; pero una esperanza activa que limpie nuestra mirada para ver, en todo lo que somos, pensamos y hacemos, esa presencia deseada, la de Jesucristo, Nuestro Señor.
5. Volviendo a la pandemia de la COVID- 19, este Adviento no será fácil; por eso, todos hemos de poner una especial intensidad en la espera, para que se siembre en cada uno de nosotros la virtud de la esperanza. No será fácil, porque estamos en un tiempo de prueba, de dificultad, de enfermedad y, quizá, hasta de muerte. Pero, justamente porque es tiempo de crisis y de problemas, necesitamos dirigir la mirada de nuestro corazón hacia Aquel que viene al mundo a traer la bella virtud de la esperanza. Jesucristo naciente viene a poner en el corazón del mundo el sueño de Dios para el hombre: Jesucristo trae un nuevo modelo de humanidad, ese que se inicia en Navidad y que se va desvelando, poco a poco, a lo largo de todo el año litúrgico, verdadero maestro de nuestra fe y campo de aprendizaje de nuestro ser en Cristo.
6. Desde Adviento a Cristo Rey, la esperanza se va gestando en nosotros, siempre bajo la mirada complaciente de nuestro Padre Dios, al que tanto le agrada verla crecer en nosotros: “Es la esperanza de los hombres lo que más me conmueve; yo me conmuevo no tanto porque creen, porque creer es de todos; pero que mis hijos esperen, esto sí me conmueve” (Charles Péguy, Las tres virtudes).
7.Vivamos el Adviento creciendo en la esperanza; así nos encontraremos con Cristo, Amor nacido de Dios para la vida del mundo, y así nos reencontraremos con nosotros mismos en una humanidad santa y feliz.
Con mi afecto y bendición.
+ Amadeo Rodríguez Magro
Obispo de Jaén
Jaén, 29 de noviembre (primer domingo de Adviento) 2020
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