Mc 1,14-20. Cuando nos toca hacer equipo tendemos a elegir a los más sobresalientes, los mejores. Cuando Jesús se pone a buscar colaboradores no escoge sacerdotes, fariseos, gente profesional de la religión. Se rodea de simples trabajadores, muchos de ellos pescadores. La llamada de Dios puede surgir en cualquier lugar, que nadie se sienta descartado. La llamada de Dios llega en nuestro entorno corriente, en el puesto de trabajo, en medio de las tareas diarias. Una invitación a dejar y seguirle. Quizás un día sentimos la ilusión de la llamada y la generosidad se desbordó. Quizás luego nos acomodamos, nos adaptamos, nos normalizamos, nos aburguesamos… Orar es también recuperar la ilusión. Ilusión por unir, tejer, ir creando redes que ofrezcan la buena noticia, que creen unión y solidaridad, que hagan posible el trabajo en equipo, sin dejar a nadie a un lado.
PADRE NUESTRO...
SAN PEDRO POVEDA, RUEGA POR NOSOTROS.
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