Mañana celebraremos la Jornada Mundial por la Paz y la No Violencia. Queremos adelantarnos a este día reflexionando sobre Pedro Poveda, un hombre de Paz que nos enseñó a hacer de la Paz una actitud de vida. Con este propósito escribe Maite Uribe, directora de la Institución Teresiana:
Pedro Poveda tenía la inquietud de los profetas y de los testigos que observan e intuyen aquello que puede facilitar que la realidad humana en la que están insertos, avance en paz, busque la paz, viva en paz y no en violencia, una paz que humaniza porque crea solidaridad, fraternidad, y construye futuro.
Pedro Poveda nos deja la huella de una actitud interior que él mismo vivía y proponía a los cristianos de su tiempo: ahora es tiempo de dar paz, de actuar desde la paz, de no entrar por el camino de la violencia, ni del resentimiento, ni de la venganza, sino de practicar la paz que va unida a la justicia.
La paz, decía en el año 20, es orden, armonía y gracia; es compatible con los dolores, amarguras y persecuciones; es la paz del corazón, de la conciencia, del cumplimiento del deber, de la razón que estima y aprecia en su justo valor las cosas; de la fortaleza que se mantiene intrépida en la lucha; que no es vencida ni por halagos, ni por amenazas.[1]
Es la huella de una fe que no es vacilante, es firme e inquebrantable. Es la huella de la mirada de los mensajeros de la paz, los pacíficos y misericordiosos.
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