Al comenzar el nuevo día, damos gracias a nuestro Padre por todos aquellos que caminan a nuestro lado.
Tener un Padre común nos convierte en hermanos. Los hermanos se cuidan, se quieren, se acompañan y se quieren.
Somos familia del mismo Dios. Es una alegría, una gran suerte, pero también una gran responsabilidad. Hemos de sentirnos hermanos de todos, incluso de quienes no nos caen bien.
Así fue Jesús. Amó a todos
“Jesús, te pedimos que sepamos amar como tú lo hiciste. Que nos sintamos hermanos e hijos del mismo Padre.”
SAN PEDRO POVEDA, RUEGA POR NOSOTROS
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