PENSAMIENTO:
Nos acercamos al final de este tiempo de reflexión, antes de celebrar la muerte y resurrección de Jesús y quisiera que nos detuviésemos hoy en la mirada con la que Jesús contemplaba el mundo. Jesús miraba siempre más allá de lo evidente; más allá de lo que se ve a primera vista, más allá del dato material y del juicio moral fácil. Esto no significa que la realidad no sea dura, difícil, ni nos obliga a ser ingenuos. Simplemente nos recuerda que la realidad no es opaca, que no se acaba en lo que vemos, sino que existe otra mirada que puede atravesar los acontecimientos, la misión, nuestra propia vida, y elaborar otra lectura de ellos, tal como Dios los ve.
El 11 de febrero de 1902, miércoles de ceniza, Pedro Poveda comenzó la predicación de una Misión popular en el barrio alto de las Cuevas, hasta ese momento abandonado de toda atención y considerado por la población de la ciudad de Guadix como un gueto de miseria y exclusión.
Valiente y decidido era este joven sacerdote, por lo que entraña de atreverse a “pasar a la otra orilla”, la de los excluidos, para hacer de puente entre dos lugares sociales hasta entonces difíciles de reconciliar. Y llega a más, no sólo a subir a dar una catequesis, sino a alquilar una cueva para permanecer más cerca de los cueveros, sin abandonar, al mismo tiempo, sus múltiples tareas en el Guadix urbano, al que descendía cada mañana, con el corazón cargado de rostros que reclamaban no sólo pan, sino educación.
A impulsos de una llamada irresistible, se acerca y se deja afectar por las situaciones de miseria que le rodean. Ve en el pobre una dignidad indestructible que grita justicia. En los niños sin escuelas, no una plaga, sino una esperanza de futuro que hay que cultivar. Pide a todo el que pudiera ayudarle a acometer la obra de la Fundación de las escuelas del Sagrado Corazón que tienen por objeto –escribe Poveda- proporcionarles enseñanza gratuita, alimentarlos y vestirlos.
Su mirar está cargado de cuidado y amor y hasta de pasión: “si hay que velar, se vela; si hay que sufrir, se sufre; si hay que morir, se muere...”. Es una mirada que no le coloca en la pasividad o impotencia, sino que le lanza a apresurar la llegada del Reino entre los pobres. Comenzar haciendo, pide a sus colaboradores.
Convencido de que Dios humaniza, de que su acercamiento es bueno para el hombre, y de que “el fundamento de la educación y la base de todo progreso moral y material es Jesucristo (...)
Pero para San Pedro Poveda el ámbito de este acercamiento de Dios -su Encarnación- no es sólo, ni principalmente el culto, sino la vida y la historia de los hombres y mujeres concretos
en todo lo que necesitan de pan, de educación y de vida digna. Sin generar servidumbre. Cada uno debe tomar en peso su propia formación. Pero debe ser acompañado.
Extraído de “La bondad que humaniza”.
Maribel Sancho.
REFLEXIÓN:
Ternura se define como un sentimiento ante las personas, cosas o situaciones que se consideran merecedoras de un amor o un cariño puro y gratuito, por su dulzura, debilidad o delicadeza.
Podemos decir entonces que, esta mirada con la que contemplaba Jesús el mundo era una mirada llena de ternura.
También en Pedro Poveda podemos reconocer esa mirada a la realidad que le rodeaba, una mirada de ternura hacia el hombre.
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