En el evangelio de ayer domingo, Jesús recuerda a los discípulos la necesidad de cumplir lo que él llama “la ley y los profetas”. Pero la ley de la que habla Jesús no es una ley basada en el deber y la obligación, como la entendían los fariseos, que siempre estaban “erre con erre” con el tema, viendo si pillaban a Jesús en algún renuncio. La ley de la que habla Jesús es una ley que proviene del amor. Quien ama de verdad, cumple esa ley que habla de compromiso, perdón, fidelidad, igualdad entre hombres y mujeres, de verdad en la palabra y en la acción. Una ley que piensa en el prójimo más que en uno mismo. Y así es como debemos enseñarlo a todos, porque, como dice Jesús: «El que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos». Hay que enseñar dando ejemplo de una vida vivida desde el amor.
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