“Los animales del bosque se dieron cuenta un día de que ninguno de ellos era el animal perfecto: los pájaros volaban muy bien, pero no nadaban ni escarbaban; la liebre era una estupenda corredora, pero no podía volar ni sabía nadar... Y así todos los demás. ¿No habría una manera de establecer una academia para mejorar la raza animal?
Dicho y hecho. En la primera clase de carrera, el conejo fue una maravilla, y todos le dieron sobresaliente; pero en la clase de vuelo subieron al conejo a la rama de un árbol y le dijeron: “¡Vuela, conejo!”. El animal saltó y se estrelló contra el suelo, con tan mala suerte que se rompió dos patas y fracasó también en el examen final de carrera.
El pájaro fue fantástico volando, pero le pidieron que excavara como el topo. Al hacerlo se lastimó las alas y el pico y, en adelante, tampoco pudo volar; con lo que ni aprobó la prueba de excavación ni llegó al aprobadillo en la de vuelo.”
¿Te ha pasado alguna vez algo así, al querer imitar a otro?
Oh madre mía
Yo me ofrezco
Enteramente a ti
Y en prueba de mi filial afecto
Te consagro en este día
Mis ojos, mis oídos
Mi lengua y corazón
En una palabra
todo mi ser.
Ya que soy del todo tuyo
Madre de bondad
Guárdame
Y defiéndeme siempre
Amén
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