Toma tu lápiz en la mano y piensa.
Míralo y piensa en tu vida. La de cosas que puedes hacer con él. Lo importante es tu mano que lo guía. Cuando sacas punta, el lápiz sufre, pero dibuja mejor.
Podemos corregir algo para mejorarlo borrando con la goma. No te preocupes por la forma exterior del lápiz, lo importante es la mina, el grafito de dentro.
Y siempre dejará una marca, como tu vida: dejará algo para el futuro. Por eso es importante poner atención en lo que se hace, saber lo que se hace, hacer y decir lo que pensamos.
“Jesús, yo soy el lápiz de Dios. Conmigo escribe aquello que quiere. Solo tengo que confiar en él y haré grandes cosas.”
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