Buenos días, en la charla de ayer nuestros compañeros hablaban sobre los miedos y de cómo los superaban.
Hay muchas cosas que nos pueden dar miedo, sobre todo cuando estamos solos y no tenemos cerca a nuestros padres, hermanos o abuelos. Cuando estamos con ellos podemos ser más valientes y superarlos más fácilmente.
El miedo es algo normal, no es algo malo. Puede servirte para estar alerta ante el peligro, tus ojos se agrandan para que veas mejor y el corazón envía más sangre a las piernas para que puedas correr más rápido.
Escuchamos el siguiente cuento con atención
Manuté era el más valiente de su aldea, todo los días saltaba desde varios metros de altura y luchaba con serpientes venenosas. Todo lo contrario, decían de Pontomá, a quien nunca se había visto ni siquiera atrapar un mono.
Un día en la selva estaba Manuté mostrándole a Pontomá una serpiente que acababa de atrapar, cuando comenzó a llover. Ambos corrieron a guarecerse en una cueva y allí permanecieron hasta que dejó de llover.
Cuando salían del escondite, oyeron el rugido de un tigre que estaba junto a la entrada del escondite. Si les encontraba allí, no saldrían vivos, así que Manuté empezó a ponerse nervioso. Quería enfrentarse al tigre con su gran habilidad de cazador. Pontomá le hacía señas para que se quedara quieto, pero Manuté, cansado del miedica, salió fuera, sorprendiendo al tigre.
El tigre recibió un par de heridas, pero con dos zarpazos hirió al valiente Manuté, arrojándolo al suelo. Saltó sobre él, pero una lanza interrumpió su vuelo. La lanza se movía a la velocidad del rayo, hirió al animal y lo hizo huir.
Manuté, herido, lo vio todo desde el suelo. Jamás había visto a nadie hacer frente a un tigre y manejar la lanza con la calma y fuerza con que acababa de ver hacerlo a Pontomá. Ninguno dijo nada, no era necesario añadir palabras a la mirada agradecida de Manuté, ni a la mano tendida de Pontomá.
Desde aquel día, todos piensan que Manuté ya no es tan valiente, y les extraña aún más ver entre las cosas de Pontomá la lanza de Manuté. Pero él sonríe y recuerda el día que aprendió que los verdaderos valientes no buscan los peligros; les basta con controlar su miedo cuando los peligros les encuentran.
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