Evangelio de ayer, fiesta de la Santísima Trinidad (Juan 16, 12-15), leyéndolo de forma dialogada.
Jesús: Amigos, ahora me voy al que me ha enviado
Discípulo1: ¿Dónde vas? No te vayas, Maestro.
Discípulo2: Te quedan muchas cosas por decirnos. Nos las tienes que decir antes de que te vayas, Maestro.
Jesús: Es que no podéis cargar con ellas por ahora. Cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena.
Discípulo1: Un espíritu... y nos guiará.
Jesús: Tranquilos, lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye. Os comunicará lo que está por venir.
Discipulo2: A ver si ahora va a tirar por tierra todo tu trabajo y tu doctrina.
Jesús: Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Discípulo1: ¿Seguro, Maestro? Yo no me fío nada de ese “espíritu”, vendrá con ideas propias y nos liará más todavía.
Discípulo2: Yo creo que no.
Discípulo1: ¿Por qué?
Discípulo2: Porque el Espíritu de la Verdad viene de Dios.
Discípulo1: ¿Y qué tiene que ver eso?
Discípulo2: Que todo lo que tiene el Padre Dios es de Jesús.
Discípulo1: Entonces... ¡todo queda en familia!, ¿verdad, Maestro?
Discípulo2: No hombre, no, ¡qué va a quedar! Se transmite, ¿no es cierto, Jesús?
Jesús: Claro, ya os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.
Discípulo1: ¿Habéis entendido algo? Posiblemente no demasiado, así que el Espíritu de la Verdad tendrá que hacer un buen trabajo con vosotros.
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