Estamos en la noche de la soledad y del abandono. Es una experiencia cercana que atravesamos en la vida. Todos podemos saber qué se siente. Qué siente quien es abandonado y qué sienten los que abandonan.
Esta noche Jesús es el abandonado. Pero más que mirar a Jesús, vamos a hacer el esfuerzo de mirar a los suyos, los que por los motivos que sean desaparecen de escena, huyen, se esconden.
Esta noche nosotros nos convertimos también en “los suyos”, aquellos que, desaparecidos, probablemente se debaten en un mar de confusiones presos de la indecisión y del miedo.
Al igual que ellos, nosotros en esta noche estamos viviendo la experiencia del encierro y de la soledad. Esta noche no podemos encontrarnos con otros para compartir y celebrar. En nuestro caso no se debe a una actitud motivada por la cobardía y el miedo. Pero podemos hacer el esfuerzo de partir de nuestra experiencia vital para mirar a Jesús, el amigo abandonado.
También queremos tener presentes esta noche a aquellos que hoy viven en su vida una situación de soledad o abandono. Que por los motivos que sean carecen de una mano tendida que les ayude, que les ofrezca una caricia, una palabra amable, unos oídos atentos a la escucha…
Probablemente a los amigos de Jesús les asaltaran los recuerdos. Vendrían a su memoria los momentos compartidos, sobre todo aquellos de especial significado: gestos y palabras que se habían grabado en sus corazones durante los años de convivencia.
Nos vamos a quedar con seis frases de Jesús que hemos escuchado muchas veces, pero que en la experiencia de esta noche son como dardos que se clavan con toda su intensidad en lo más profundo. Os pido el esfuerzo no sólo de leer la frase, sino de imaginar a Jesús que nos la dice. Vamos a rezar junto a Jesús, acompañándole en su soledad, con sus mismas palabras.
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